lunes, 4 de febrero de 2008

Miguel Ángel Álvarez Areces, presidente de la Asociación de Patrimonio Industrial INCUNA de España

Investiga, preserva, difunde

Miguel Álvarez Areces.
(Foto de La Nueva España,
diario de Oviedo, Asturias).
Economista, arqueólogo industrial, gestor cultural, director de la revista Ábaco, editada en Gijón, Asturias, con difusión internacional. Es presidente de la Asociación de Arqueología Industrial, Patrimonio Cultural y Natural (INCUNA) y de la sección española del Comité Internacional para la Salvaguarda del Patrimonio Industrial (TICCIH), miembro de la Red Internacional de Marketing de Ciudades Gestión y Desarrollo Urbano y del Grupo Editorial CICEES que reúne publicaciones españolas sobre cultura, patrimonio y sociedad. Realizó su carrera profesional en la empresa privada, en docencia universitaria, como técnico de la Administración local y en la minera estatal  Hunosa de Asturias. Director editorial de las colecciones Los ojos de la memoria y Máquina de las palabras. Autor de Arqueología industrial: el pasado por venir, entre otros libros y diversas publicaciones en el ámbito del patrimonio industrial y cultural, historia local, medio ambiente, desarrollo sostenible y economía de la cultura. Ha visitado Uruguay como observador y cooperante de sitios patrimoniales de la industria: Barrio Peñarol, Frigorífico Liebig’s Anglo de Fray Bentos, el complejo minero y la represa de Cuñapirú, en Rivera. 

Sobre la base de las entrevistas publicadas en el matutino La Diaria (Montevideo, el 25 de abril de 2006), el semanario Brecha (2010), actualizadas en 2016.

-¿Cómo inició sus investigaciones del patrimonio industrial?
-A partir de mi labor como economista en la Hullera del Norte, más conocida como HUNOSA, dedicada a la minería del carbón. Una empresa estatal que incorporó los bienes de 19 mineras privadas e industriales españolas, que tras el cese de actividades, fueron nacionalizadas. En 1967, sus activos pasaron al estado, en pleno franquismo. En el inicio hubo curiosidad cultural e intelectual, y un conocimiento académico sobre historia industrial, patrimonio y cultura, desde la visión de un trabajador de las minas.

-¿Qué es la arqueología industrial?
-Es una disciplina académica, que trata el estudio, investigación y adaptación de bienes de la Revolución Industrial, y su puesta en el campo de la conservación, para que la sociedad se apropie de ellos. Surgió en Inglaterra, en la década de los 60, a partir de estudios sobre el patrimonio del carbón, el vapor, el ferrocarril y el acero. Esos sectores siguen siendo la piedra angular de los estudios del patrimonio industrial, como antes fueron la base del desarrollo económico, a partir del siglo XIX. El precursor fue Michael Rix, con un ensayo de 1956: El historiador aficionado. Luego vinieron Agnus Buchanan, Kenneth Hudson, y otros. Ellos fundaron las bases teóricas, de una disciplina que integra a las ciencias sociales para el estudio de un patrimonio tangible, y muy cercano, en el espacio y el tiempo. La arqueología industrial está motivada por la producción como actividad económica, pero, también por el trabajo. Siguiendo el método de la arqueológica clásica, se recogen testimonios y evidencias empíricas, pero adaptándolos a otro objeto de estudio, que trasciende a la academia. Es la reconstrucción de una historia de la tecnología al servicio de la producción. Es la memoria del trabajo y del lugar donde se desarrolló esa economía de escala y, en definitiva, la vida de millones de personas. Es historia económica, es geografía, medio ambiente, y muchas otras disciplinas, que interactúan para posibilitar el interés por el patrimonio industrial. Es, definitivamente, un trabajo multidisciplinar.

-El término arqueología suena a muy viejo, sin embargo, usted se refiere a una actividad humana muy moderna, en algunos casos, contemporánea...
-Muchos autores prefieren hablar de patrimonio industrial, más que de arqueología. En definitiva no hay contradicción, porque lo que tomamos de la arqueología es su método de investigación, de búsqueda y rescate de bienes culturales. Al igual que los arqueólogos clásicos, nos preguntamos: ¿qué? ¿cómo? ¿para qué? Pero adaptamos ese saber, una disciplina relativamente nueva, que lleva la academia a un ámbito que tiene el valor agregado del desarrollo económico. Cada vez más, establece señas de identidad, pero, además, incorpora factores de sostenibilidad y, principalmente, de autoestima colectiva. Un proyecto de patrimonio industrial, permite recuperar y ofrecer un paisaje industrial. Las personas que vivieron en un zona productiva, puedan mostrarle al mundo, lo que ha sido su trabajo, el de sus padres y sus antepasados. Creando, además, sus propias unidades económicas. El patrimonio industrial es una seña de identidad histórica y cultural, pero también es un renglón económico, hoy en crecimiento exponencial.

-¿Hay actividades preferenciales de estudio?
-No en teoría, pero sí, en la práctica. Dado que es una disciplina de origen europeo, los casos más estudiados están vinculados con minería, metalúrgica, siderurgia, textiles, astilleros, ferrocarriles, agroalimentarias, frigoríficos, y electricidad.

Con Miguel Areces en Conchillas, Colonia, 2009.
-Parece muy interesante el concepto de paisaje industrial...
-En definitiva, un testimonio del trabajo cotidiano de miles de personas, es insertado en un paisaje que lo interpreta, que condensa sus valores culturales, históricos, simbólicos, funcionales y prácticos. El paisaje industrial es la adaptación de un pasado, casi siempre de gloria productiva, que pasó por la decadencia, y que se transformó en una propuesta de presente y futuro económico, cultural, turístico y social. Es imprescindible el recurso de la memoria colectiva de sus antiguos propietarios, empresas públicas, privadas, mixtas, particulares, la de los trabajadores, y la población. Si falta alguno, puede ser un esfuerzo voluntarista con muy buenas intenciones, pero no es el fruto de la arqueología industrial. Debe dinamizar los recursos económicos, culturales y humanos de la ciudad y la región donde se inserta. Es por tanto, y utilizando una figura puramente industrial, una polea para el desarrollo de zonas que sufrieron la crisis y la posmodernidad. A partir de ese eje conductor revitalización urbana, se crea una nueva industria, muy distinta a la anterior, pero con muchos puntos en común. A esa nueva industria acompañan museos, centros de Interpretación cultura y tecnológica, que se transforman en verdaderos atractivos turísticos. Se crean así nuevas unidades de empleo, ligadas a la cultura y al desarrollo sostenible.

-¿Cómo se desarrollan esos centros que trascienden a la academia?
-Para que la iniciativa tenga éxito, siempre debe estar involucrada la gente, además del aporte gubernamental o de empresas. A través de asociaciones de defensa del patrimonio industrial, suelen iniciarse las tareas de divulgación, primero científica, pero luego, económica y cultural. Tenemos casos paradigmáticos del Reino Unido, Francia, Bélgica, Italia, Alemania, España. Hoy, la propuesta se esta desarrollando en todo el mundo. Dentro de estas asociaciones, la más importante es el TICCIH, creada en 1978, con expertos, agentes económicos, culturales y turísticos, y los propios pobladores, que intercambian experiencias de conservación y puesta de valor del patrimonio industrial.

-Es, entonces, un nuevo renglón de las economías nacionales y regionales...
-Sin dudas, es un emergente tan poderoso, que en los países desarrollados, el patrimonio industrial es un modelo de reactivación de zonas deprimidas. Es un ejemplo, muy interesante, de la academia transformada en economía social aplicada. Al principio era un trabajo de ingenieros, arquitectos, geógrafos e historiadores. Hoy es la suma de todas las ciencias sociales: economistas, gestores culturales, comunicadores, paisajistas, solo para citar algunos. Todos en busca de recuperar y colectivizar los contenidos simbólicos de las grandes reservas del pasado reciente, que se transforman en una propuesta de presente y futuro.

-¿Ejemplos?
-El más emblemático es el Ironbridge británico, la cuna de la Revolución Industrial, transformada en un complejo de 14 kilómetros a lo largo del río Severn, que recibe más de un millón de visitantes al año. Allí se recuperaron fabricas de cerveza, azulejos, siderúrgicas, fundiciones. El visitante puede realizar paseos por el río, cruzar los mismos puentes que cruzaban los lugareños en el siglo 19, leer periódicos editados a la usanza de la época. En la cuenca del Ruhr, en Alemania, hay otro ejemplo. El Industrie Kultur en Bochun. El museo minero más importante del mundo, está en Duisburg, donde la memoria patrimonial es acompañada por la cultura más tradicional: la música de Mozart, luz y sonido. Son ejemplos muy elocuentes de cómo el patrimonio industrial se ha transformado en un atractivo turístico.

-¿Y en España?
-Fue a partir de un Congreso de Bilbao, de 1984. Fue la catalana Teresa Casanova Llorens, quien primero mencionó la necesidad de organizar el patrimonio industrial español. Ella había participado en una experiencia muy rica, en la Creuchot Montseau-Les Mines, el ecomuseo más importante del mundo, ubicado en la antigua factoría de Schneider. Allí se fabricó el hierro de la Torre Eiffel. Es un pueblo entero recuperado y transformado en centro cultural y turístico, de primer nivel mundial, con un potencial económico, que ni los propios creadores imaginaron que tendría. Allí, todo está en su lugar, como si el tiempo no hubiese pasado, pero, con el valor agregado de la cultura y el turismo. El primer asentamiento industrial de España fue el Alto Horno de Marbella, donde la materia prima era el carbón vegetal, pero iba contra la naturaleza y provocó la destrucción del mediambiente. 


En el Museo de la Revolución Industrial
de Fray Bentos, con su creador René
Boretto y el arquitecto William Rey,
experto uruguayo en patrimonio.

-La revolución industrial española nació del carbón de hulla, que es del norte...
-Los tres grandes centros de desarrollo fueron, por lógica, el País Vasco, Cataluña y Asturias; porque allí nació la revolución industrial en España. Los vascos recuperaron las margen izquierda de las rías del Nervión, donde estaban los astilleros de Euskalduna. Hay existe allí un polígono industrial, con museos de la siderurgia y centros turísticos muy atractivos, visitados por turistas españoles y extranjeros. Es una propuesta muy interesante, además de ser la primera, que significó la transformación urbanística de una zona clave en el desarrollo industrial español, que se llamó Ibarra. Pero el patrimonio industrial, fue quedando en segundo plano, porque los vizcaínos apostaron por el Museo Guggenheim, dejando sus centros de patrimonio industrial como una excelente opción, pero complementaria. Cataluña tiene un sistema de museos, privados, públicos y mixtos, articulado por la decisiva inserción del Museo de Ciencia y Tecnología de Tarrassa. Asturias también siguió ese camino de recuperación patrimonial. Un muy buen ejemplo es el Museo de la Minería de El Entrego, creado en 1994, el primero de España y segundo de Europa. Para elaborar esta propuesta de reconversión, los 28 mejores mineros asturianos, que es decir los mejores hulleros de Europa y el mundo, diseñaron una simulación de su trabajo. Con fondos de la Unión Europea, fue recreado el ambiente de trabajo de aquellos hombres, con un costo de 1.200.000.000 de pesetas. La minería fue la industria cumbre de Asturias en tiempo de la revolución y hasta mediados del siglo pasado. De ese esplendor queda como testimonio, esta instalación de 5 mil metros cuadrados, visitado cada año por 100 mil personas. Asturias tienes cinco centros de patrimonio industrial, de primer nivel. El Museo del Ferrocarril del Gijón, el Museo de la Sidra de Nava, el Museo Marítimo de Luanco, el Museo de la Siderurgia de Langreo y el Ecomuseo del Valle de Turón. A partir de estos referentes, se ha creado una red de más de veinte museos, que van desde el patrimonio industrial hasta propuestas más tradicionales: Grandas de Salime, Taramundi, Villaviciosa, Llanes. Existen propuestas privadas, como el Museo de El Gaitero, en Villaviciosa. La sidra es otra de las industrias insignia de Asturias y el Gaitero es su emblema. Una fábrica creada en 1890, que se mantiene firme y que tiene su propio museo, muy visitado desde todas partes del mundo. También hay ciudades industriales, como Valnalón, donde funcionan incubadoras de empresas y una verdadera industria del patrimonio.

Industrial, cultural, natural
-En todos los casos, se funden tres conceptos fundamentales: patrimonio industrial, patrimonio cultural y patrimonio natural. De esta forma, los recursos productivos más históricos, son protegidos bajo criterios de sostenibilidad ambiental. Actualmente, el patrimonio industrial representa el 12% del PBI de la región. En 2005, en Asturias creció el turismo natural y cultural, más del doble que la media del resto de España.

Leyes
-Asturias tiene una Ley del Patrimonio Cultural de Marzo de 2001. Un ley de turismo de 2002. Una Ley de Paisaje Protegido de la cuenca minera, de 2004. Una ley de Suelo y Ordenamiento Territorial de 2002, reglamentada en 2005.

1%
-En España el 1% de la inversión en obra pública inversión debe ir destinado a a proyectos de patrimonio industrial. Esto significa justo reconocimiento a la cultura del trabajo y la producción.

Pioneros
-En Asturias se desarrolló el primer parque nacional de España, en los Picos de Europa, en 1907, por iniciativa de Pedro Pidal y Mon. Existen monumentos naturales que vistan turistas de todo el mundo. El prerrománico asturiano de los siglos VIII a XI, Covadonga, que no son industriales, pero que se integran con el paisaje natural de manera única.

Gijón
-La Autoridad Portuaria de Gijón y la Administración Nacional de Puertos, mantienen una estrecha relación. El titular del puerto gijonés, Fernando Menéndez Rexach, ha estado en Montevideo, por proyectos de cooperación y complementación. La mayor inversión de obra publica de infraestructura de España es el puerto de El Musel. “Entendemos que la inversión portuaria es desarrollo industrial. Una región de cara al mar, tiene a su puerto como primer recurso productivo, porque por allí entra y sale la mercadería del país y la región."

Planes
-El Plan Nacional del Patrimonio Industrial se creo en 2002 y fue presentado en INCUNA, al Instituto del Patrimonio Historial Español. Allí se seleccionaron 50 lugares de toda la nación. En Asturias: 1)Valle de Turón, en Mieres. 2) Fábrica de Gas de Oviedo 3) Central Hidroelétrica de Grandas de Salime.

Asturias
-En el antiguo Principado del norte hispano la revolución industrial estuvo vinculada con el carbón, el acero y el vapor. Entre los 70 y los 80 del siglo XX, coincideron las crisis de la minería del carbón, la siderurgia, astilleros, agroindustrias, ganadería. A todos les fue tocando en momento de decadencia, en distintos tiempos. Pero, los asturianos los tuvimos todos juntos, Hubo que afrontar todas las crisis a la vez, con los lógicos problemas económicos y sociales, por la caída de sectores estratégicos y la pérdida de empleos. Ahora se esta saliendo de la crisis. Con ayuda de la Unión Europea, pero, aplicando desarrollo e investigación, más innovación. Pero, lo más importante fue el cambio de actitud. De nada sirve llorar sobre los restos de un pasado glorioso, sino que hay que pensar en como adaptarse al presente.
Asturias es muy rica en minerales, carbón de hierro, pero también en wolframio, fluorita, oro (explotado por la Gold Mines en Belmonte).


Patrimonio industrial
-“Es el conjunto de restos de la cultura industrial que poseen un valor histórico, tecnológico, social, arquitectónico y científico. Estos restos consisten en edificios y maquinaria, talleres, molinos y fábricas, minas y sitios para procesar y refinar, almacenes y depósitos, lugares donde se genera, se transmite y se usa energía, medios de transporte y toda su infraestructura, así como los sitios donde se desarrollan las actividades sociales relacionadas con la industria, tales como la vivienda, el culto religioso o la educación."
Definición de Michael Rix, en su ensayo de 1956: El historiador aficionado.

Arqueología industrial

-“Es la disciplina que trata el estudio, investigación y adaptación de bienes de la Revolución Industrial, y su puesta en el campo de la conservación, para que la sociedad se apropie de ellos. Surgió en Inglaterra, en la década de 1960, a partir de estudios sobre el patrimonio del carbón, el vapor, el ferrocarril y el acero. Esos sectores siguen siendo la piedra angular de los estudios del patrimonio industrial, como antes fueron la base del desarrollo económico, a partir del siglo XIX. El precursor fue Michael Rix, luego vinieron sus compatriotas Agnus Buchanan, Kenneth Hudson, y otros. Ellos fundaron las bases teóricas, de una disciplina que integra a las ciencias sociales para el estudio de un patrimonio tangible, y muy cercano, en el espacio y el tiempo. La arqueología industrial está motivada por la producción como actividad económica, pero, también por el trabajo. Es la reconstrucción de una historia de la tecnología al servicio de la producción, que sigue el método de la arqueológica clásica. Es la memoria del trabajo y del lugar donde se desarrolló esa economía de escala y, en definitiva, la vida de millones de personas. Es historia económica, es geografía, medio ambiente, y muchas otras disciplinas, que interactúan para posibilitar el interés por el patrimonio industrial. Es, definitivamente, un trabajo multidisciplinar."
Teresa Casanova Llorens, pionera y organizadora del patrimonio industrial catalán.

Paisaje industrial
-“Es la adaptación de un pasado, casi siempre de gloria productiva, que pasó por la decadencia, y que se transformó en una propuesta de presente y futuro económico, cultural, turístico y social. Es el testimonio del trabajo cotidiano de miles de personas, es insertado en un paisaje que lo interpreta, que condensa sus valores culturales, históricos, simbólicos, funcionales y prácticos. Es imprescindible el recurso de la memoria colectiva de sus antiguos propietarios, empresas públicas, privadas, mixtas, particulares, la de los trabajadores, y la población. Debe dinamizar los recursos económicos, culturales y humanos de la ciudad y la región donde se inserta. Es por tanto, y utilizando una figura puramente industrial, una polea para el desarrollo de zonas que sufrieron la crisis y la posmodernidad. A partir de ese eje conductor revitalización urbana, se crea una nueva industria, muy distinta a la anterior, pero con muchos puntos en común. A esa nueva industria acompañan museos, centros de Interpretación cultura y tecnológica, que se transforman en verdaderos atractivos turísticos. Se crean así nuevas unidades de empleo, ligadas a la cultura y al desarrollo sostenible.” 
Miguel Ángel Álvarez Areces, arqueólogo industrial, presidente de Incuna-España.

Ironbridge
-Fue la cuna de la Revolución Industrial, en Gran Bretaña y el mundo, transformada en un complejo de 14 kilómetros a lo largo del río Severn, que recibe más de un millón de visitantes al año. Allí se recuperaron fabricas de cerveza, azulejos, siderúrgicas, fundiciones. El visitante puede realizar paseos por el río, cruzar los mismos puentes que cruzaban los lugareños en el siglo 19, leer periódicos editados a la usanza de la época.

Vascos, catalanes y astures
-La revolución industrial hispana nació del carbón de hulla, con tres polos de desarrollo: el País Vasco, Cataluña y Asturias. Los vascos recuperaron las margen izquierda de las rías del Nervión, donde estaban los astilleros de Euskalduna. Hoy existe allí un polígono industrial, con museos de la siderurgia y centros turísticos muy atractivos, visitados por turistas españoles y extranjeros. Cataluña tiene un sistema de museos, privados, públicos y mixtos, articulado por la decisiva inserción del Museo de Ciencia y Tecnología de Tarrassa. En Asturias está el Museo de la Minería de El Entrego, creado en 1994, primero de España y segundo de Europa.


Publicidad, un espejo en el que nos miramos
-"La Publicidad y el Patrimonio comparten una historia en común y establecen una visión moderna de la Cultura. Son las ramas de un árbol vivo que nos permite admirar y aprehender a las sociedades en su espacio y en su tiempo. La Publicidad traza un retrato del colectivo que la engendra y, como si se tratara de un espejo, refleja formas, valores, técnicas y creencias que generan nuevos modelos sociales. Lo hace por un interés que no oculta, a través de una comunicación masiva que acompaña las tendencias dominantes, mientras crea, desarrolla y modifica los hábitos de consumo.
La Cultura, entendida como patrimonio compartido por personas y sociedades, es espectadora y protagonista del quehacer publicitario, y a la vez causa y efecto de su creatividad. De ahí que persista la necesidad de observar la dimensión sociocultural del hecho creativo, desde la investigación de su pasado relativamente reciente (como lo hace la Arqueología Industrial cuando describe la estética de la ingeniería, la arquitectura corporativa o la iconografía de marcas históricas) hasta el análisis de los saberes globales y las técnicas digitales del nuevo milenio.
Es íntima la relación de la Publicidad con el Patrimonio Industrial, pero también con los otros acervos materiales e inmateriales, porque define la ruta de uno de los tres sustentos de nuestra tarea: la divulgación que permite una apropiación colectiva. Pero también está presente en los otros dos: la investigación y la preservación.
La Publicidad es un renglón de la industria cultural que establece claros fines económicos, pero que, sin embargo, está insertada en un complejo entramado de significados, y por ende transmite valores a través de formas simbólicas expresadas en sus mensajes. Por lo tanto, el publicista redacta textos intencionales que no deben ser explicados, sino comprendidos para que cumplan su función persuasiva, desde siempre, basada más en la emoción que en la razón.
La Publicidad es el eje sobre el que giran los productos de consumo, las necesidades y deseos de los consumidores, los intereses económicos de la industria, el comercio y los servicios, una creatividad al servicio de la eficacia, las demandas del mercado, las aspiraciones y expectativas de los ciudadanos ¿Cómo entender la creatividad publicitaria dentro de los universos simbólicos que coexisten en las complejas sociedades actuales? ¿Cómo aprehender esas formas simbólicas para representarlas en los mensajes publicitarios? ¿Cuál es la función del creativo como emisor de mensajes dentro de una cultura globalizada?
Son algunas de las preguntas que plantea Publicistas Historias y Memorias, una obra que en muchos aspectos no tiene antecedentes en Iberoamérica, porque reflexiona sobre la intensa relación que mantienen la Publicidad y el Patrimonio. No es tarea sencilla, porque se trata de un vínculo tantas veces negado en los círculos intelectuales y académicos. Quienes rebaten el carácter patrimonial de la Publicidad, dicen que sólo tiene una finalidad mercantil, y por lo tanto impropia de la desinteresada pureza que debe nutrir a los bienes culturales. No estoy de acuerdo con esa visión aristocrática, arcaica, pero, aun así, ni siquiera ellos pueden desmentir su influencia en esa apreciada construcción colectiva que denominamos Cultura."


Cuñapirú: la traición del oro
La llegada a Cuñapirú, Rivera, 2001.
(Miguel Álvarez Areces)
15 de abril de 2001. El primer lunes después de Semana Santa, un prestigioso experto gijonés en preservación patrimonial, estaba de paso por Minas de Corrales. Una perdida localidad del lejano norte uruguayo, en la frontera con Brasil. El punto no era el más atractivo para el turismo, pero alguien muy cercano, sabiendo su interés profesional, lo invitó a conocer las ruinas del establecimiento minero de Cuñapirú. Como al pasar, le contó la historia de un ingeniero español que había trabajado allí, durante casi tres décadas, cuando la "fiebre del oro".
Mucho más que simple compatriota, tamaño personaje era paisano del sorprendido arqueólogo industrial. Maravillado por el valor de aquellos esqueletos urbanísticos, buscó más información sobre ese talento inusual; responsable de un fenómeno sin antecedentes en la historia económica oriental. Primero pensó en la graciosa casualidad, que significaba conocer una obra prácticamente ignorada en su tierra. Enseguida, tomó conciencia de su error. Estaba en el lugar apropiado, en el momento justo. Causalmente.
Cerro Cuñapirú.
(Archivo INCUNA)
Como buen astur, el visitante mucho sabía de minería. Pero, poco del personaje en cuestión. Tenía algo leído sobre sus aventuras. Casi nada, comparado con la impactante realidad que entonces palpaba.
Tras ese primer contacto, buscó el apoyo de historiadores del departamento de Rivera, donde están los restos de la otrora monumental mina, antiguo orgullo de la región. Pasó horas en bibliotecas y archivos y, por supuesto, volvió para sacar muchas fotos.
De vuelta en casa, buscó todo el material existente en su ámbito académico y periodístico. Un nuevo dato lo sacó de toda duda. En poco tiempo, se cumpliría un siglo de la muerte de aquel olvidado emprendedor. Definitivo. El viaje nada tenía de casualidad.
Desde ese momento, comenzó a escribir sobre un coterráneo que marcó época en el Uruguay. Puso toda su experiencia para difundir un modélico sistema de trabajo, basado en innovación tecnológica y creatividad. Su objetivo: el rescate de una inmensa memoria olvidada.
«Material maleable el oro.» Pensó el gijonés antes de terminar su primer artículo. Por su mente pasaban miles de imágenes de la increíble Cuñapirú; fantasmal signo de un pasado de fama, gloria y mucho dinero. Tenía toda la razón. Sinónimo de riqueza y poder, el deseado metal se parece demasiado al mito que lo rodea. Muy apreciado, pero también muy inestable.

Hendiduras de pobreza
Bienes culturales reflejados.
(Archivo INCUNA)
"Cuñapirú: quimera, ilusión, sueño y realidad. Allí se fraguó una de tantas historias donde se funden la aventura, la creación de riqueza y el duro trabajo. Geólogos calificados, avezados, estudiosos y aventureros confluyeron en esa zona de cerros, quebradas, fuentes y surgentes de aguas minerales, de vegetación esplendorosa, entre historias verdaderas y leyendas increíbles. El desarrollo de formas singulares de vida cotidiana de espacios multiculturales: Italianos, brasileños, españoles, franceses, ingleses, indígenas y foráneos en una tierra donde quizá nadie osó realizar un asentamiento humano estable. Todo ello asociado a la obra y vida de centenares de personas que pagaron con su esfuerzo, sudor y sangre unos duros años donde se fraguó una historia con muchas historias y en su momento un polo de desarrollo para la región y el país.
El Uruguay actual, como otros muchos países de América Latina, no puede conocerse sin saber de esos impulsores y pioneros que abrieron camino en condiciones tan difíciles, afrontando incomprensiones e injusticias. Clemente Barrial Posada bien merece no solo un reconocimiento, sino el homenaje y aprecio de todos, como autoestima y ejemplo de superación en estos tiempos de globalización, desmoralización y crisis que golpean a las sociedades latinoamericanas."
La reflexión corresponde al artículo Forjando un nuevo sueño e ilusión. Escrito por el arqueólogo industrial gijonés Miguel Álvarez Areces.
Clemente Barrial Posada, c. 1870.
"Cuñapirú es un extraño paraje. Junto al río que corre entre los cerros, quedan en pie los edificios con puertas y ventanas desgonzadas, buena parte de la represa y la vieja usina, con sus túneles, galerías y galpones colmados de maquinarias con viejos y nuevos engranajes de acero que un día llegaron en carretas, con alternadores y aparatos eléctricos.
Los pisos empapados albergan una derrota tecnológica de dimensiones gigantescas. A diferencia de otras ruinas que detienen el tiempo humano en un momento singular, exhibe casi cien años de ingeniería yuxtapuesta. Tal como si un artista de instalaciones posmodernas hubiese montado un espectáculo de fracasado esfuerzo humano[...]
El tiempo ha ido oxidándolo y degradándolo. Sobre una loma queda en pie la señorial mansión del marqués, con habitaciones reformadas al estilo art decó, cocinas, baños y piezas de servicio, conviven ovejas, yeguas y caballos sueltos, murciélagos y palomas." 
Su nombre, mi calle
Invitación de Clemente Barrial Posada a la
Exposición Universal de Chicago, 1893.
(Archivo INCUNA)
"Barrial Posada es un ejemplo de esa emigración que aportó su saber, su esfuerzo, su voluntad, sus sueños e ilusiones a la tierra que le acogió. En Uruguay, país donde trabajó, luchó, soñó y murió, proyectó ese afán universalista del asturiano, ciudadano del mundo y a la vez paisano de su pueblo. Forjador de ese crisol de culturas y pueblos. Hoy le recuerdan en Minas de Corrales, donde en 2002 le han puesto su nombre a una calle en meritorio aprecio de su trayectoria, en un pueblo que sin duda no existiría sin su obra y acción. Allí permanecen casas de piedra que no quieren sucumbir en el olvido, las cruces de hierro de Cerro Blanco. Tal como retrata una estudiante del pueblo un paraje cautivante: Camino duro de cuchillas, sin alambrados, que transportaban el cuarzo a la molienda, chirriando ejes a paso lento de las boyadas."
Así se cierra la crónica La quimera del oro de Clemente Barrial Posada. Ilusión, sueño y tragedia de un asturiano universal, publicada en el Boletín de INCUNA, en Otoño-Invierno de 2002. Firmada por Miguel Álvarez Areces, experto del Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial (TICCIH).

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