jueves, 13 de julio de 2017

Lunfardos y lunfardismos

En el tango y en la vida

"Mientras la catriela esparaba al otario, su chomita metía los garfios de sotana y afanaba una música a la gurda. En una traducción libre, con un dejo de intrínseca ironía que pertenece a José Gobello, se podría decir: –Mientras la muchacha distraía a la víctima, su querido le introducía la mano en el bolsillo del saco y así le extraía una abultada billetera.
El lunfardo carece –y uso el presente porque sobrevive– de sintaxis y se construye sobre vocablos sueltos o, a veces, secuencias de varios muy breves; fue la primera forma poética del tango y tuvo, como éste, un origen híbrido, oscuro, aunque ya no se discuta la paternidad de la inmigración europea del siglo XIX, básicamente italiana."
–"Con ajuste a hechos probados, hay que recordar que antes apareció en el Río de la Plata el llamado “cocoliche”, mezcolanza cuasi impenetrable entre el castellano y el genovés de carácter vulgar. Duró poco, lo usaron los primeros inmigrantes y derivó rápidamente al lunfardo típico, que halló su mayor impulso en la segunda generación, los hijos de aquellos pioneros de la búsqueda de la felicidad al sur. No obstante, José Gobello, el mayor investigador de esta cuestión, asegura que hubo una difusa etapa intermedia, “el lunfardismo”, cuya muestra paradigmática es, curiosamente, una novela, El matadero, obra sustancial del escritor Esteban Etcheverría, publicada a inicios de la década de 1840. Otro campo fértil para la introducción del lunfardo, antes que en el tango, fueron los folletines populares, generalmente breves y morbosos, como los que editó Eduardo Gutiérrez."
–"Según Gobello, se debe distinguir, en el aporte de los italianos y los dialectos peninsulares al lunfardo, tres etapas: 1) la incorporación de voces peninsulares en el habla de los hijos de inmigrantes y de algunos nativos que compartían diversiones con ellos; 2) el empleo literario de esas voces, casi siempre con intención caricaturesca, por los escritores populares (folletineros, saineteros, tangueros); 3) la inserción en el habla general a través de esos escritores. Esto último fue observado por Jorge Luis Borges, quien, en su Evaristo Carriego, anotó que el arrabal llegaba al centro, a proveerse de ‘arrabalerías’. Vale decir que la vida nocturna, con sus teatros, con sus cafés, constituía una verdadera escuela de lenguaje arrabalero.”
–"No se pueden ignorar, ciertamente, otros aportes que sumaron al italiano para dar forma definitiva al nuevo lenguaje: el argot francés, palabras de la germanía, afronegrismos y el caló de los gitanos. Muchos desparramaron la errónea idea de que se trataba de un medio de comunicación carcelario, o sea entre presos, como algo cifrado. Empero, hay suficiente estudio y documentación como para descartar esa teoría, pues antes se habló en los propios hogares de los inmigrantes y en sitios –de comida o diversión– donde estos solían reunirse."

Benigno Baldomero Lugones
"Comisario de Buenos Aires, implacable represor de la delincuencia surgida en el arrabal portuario de su ciudad, junto con sus colegas Luis María Drago y Antonio Dellepiane. De su pluma nació el primer diccionario lunfardo, entre 1878 y 1879, con términos que perduraron y otros sustituidos con cierta rapidez: atorrar (dormir), bacán (hombre que mantiene a una mujer), cabalete (bolsillo), dar golpe (robar), escrucho (robo en que el hombre entra a una casa o edificio para cometer el delito), ferro (peso), gurda (de importancia, rico, ostentación), juiciosa (cárcel, penitenciaría), lengo (pañuelo), marroca (cadena), otario (zonzo, idiota), punga (robo en el que el ladrón saca los objetos del bolsillo de la víctima), refilar (robar por medio de la punga), toco (porción del producto de un robo que le corresponde a cada uno de los cómplices), vaivén (cuchillo), zarzo (anillo)."

El Ciruja
"Es el título del tango, música de Ernesto de la Cruz y letra de Alfredo Martino, que reúne más palabras lunfardas: Era un mosaico diquero/ que yugaba de quemera,/ hija de una curandera,/ mechera de profesión;/ pero vivía engrupida/ por un falso vidalita/ y le pasaba la guita/ que le shacaba al matón.”

Antonio Pippo, Montevideo, Marzo 2015


Mi noche triste (Pascual Contursi, 1917, fragmento)
Percanta que me amuraste.
en lo mejor de mi vida,
dejándome el alma herida
y espina en el corazón,
sabiendo que te quería,
que vos eras mi alegría
y mi sueño abrasador,
para mí ya no hay consuelo
y por eso me encurdelo.
pa' olvidarme de tu amor.
Cuando voy a mi cotorro.
y lo veo desarreglado,
todo triste, abandonado,
me dan ganas de llorar;
me detengo largo rato
campaneando tu retrato
pa poderme consolar.
Ya no hay en el bulín
aquellos lindos frasquitos
arreglados con moñitos
todos del mismo color...”
Pascual Contursi (1888−1932) poeta y dramaturgo en lunfardo, músico y letrista argentino, autor de más de cuarenta temas, entre los que también se destacan: Bandoneón arrabaleroCaferata, Ventanita de arrabal.

Cambalache (Discepolín, 1934)
El mundo fue y sera una porquería
ya lo se
En el quinientos seis
y en el dos mil también
Que siempre ha habido chorros
maquiavelos y estafaos
contentos y amargaos
valores y dublé
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldad insolente
ya no hay quien lo niegue
Vivimos revolcaos
en un merengue
y en un mismo lodo
todos manoseados
Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor
Ignorante sabio o chorro
generoso o estafador
Todo es igual
nada es mejor
lo mismo un burro
que un gran profesor
No hay aplazaos
ni escalafón
los inmorales
nos han igualao
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición
da lo mismo que sea cura
colchonero rey de bastos
caradura o polizón
Que falta de respeto
que atropellaba la razón
cualquiera es un señor
cualquiera es un ladrón
Mezclao con Stavisky va Don Bosco
y "La Mignon"
Don Chicho y Napoleón
Carnera y San Martín
Igual que en la vidriera
irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida
Y herida por un sable
sin remaches
ves llorar la Biblia
contra un bandoneón
Siglo veinte cambalache
problemático y febril
el que no llora no mama
y el que no roba es un gil
Dale que va
dale nomas
que allá en le horno
nos vamo a encontrar
No pienses mas
sentate a un lao
que a nadie importa
si naciste honrao
Es lo mismo el que trabaja
noche y día como un buey
que el que vive de los otros
que el que mata que el que cura
o esta fuera de la ley.”
Discepolín es el seudónimo de Enrique Santos Discépolo (1901−1951), compositor, músico, dramaturgo y cineasta argentino, su hermano, Armando Discépolo, fue un destacado director teatral y dramaturgo. Cambalache fue creado para la película El alma del bandoneón, estrenada en 1935 con la interpretación de Ernesto Famá acompañado por la orquesta de Francisco Lomuto. En vivo fue cantado por primera vez por Sofía La Negra Bozán en el Teatro Maipo. Es uno de los tangos más versionados de la historia, por intérpretes tan diversos como Julio Sosa, Libertad Lamarque, Tita Merello, Joan Manoel Serrat, Caetano Veloso, Raúl Seixas, Nacha Guevara, Julio Iglesias, Raphael, Luis Alberto Aute, León Gieco, Andrés Serrano, Andrés Calamaro, Liuba María Hevia o la banda Hermética.

Durazno a cuarenta el ciento (Celedonio Flores, 1920)
Al caminar el tobiano
diquea la cabezada
más lustrosa y bien cuidada
que cadena de italiano,
un moño rojo, galano,
le bate al sol su spamento,
mientras el dueño contento
con la mano hace bocina
y grita, mientras camina:
¡Durazno a cuarenta el ciento!
Lleva alpargata de lona,
a rayas el pantalón,
negra faja de algodón,
su camiseta aprisiona,
el funghi no desentona
la pinta en ningún momento
porque en su requintamiento
sombrea su vista rana
al batirle a una fulana:
¡Durazno a cuarenta el ciento!
No hay bache que no conozca
de Belgrano a Mataderos,
para él no hay pozo fulero
de Villa Crespo a la Mosca;
en su hombría sana y tosca
hay algo de sentimiento,
lanza su pregón al viento
en una nota alargada
y alborota la barriada:
¡Durazno a cuarenta el ciento!
¡La flor del monte, patrona!
¡“lo brisco” y los “amariyo”!...
y acariciando al potrillo
un compás de tango entona;
tiene una frase burlona
y un piropo en un momento
y mientras observa atento
a una paica que transita
se sube la faja y grita:
¡Durazno a cuarenta el ciento!
Celedonio Flores (1896−1947), también conocido como Negro Cele, fue un poeta lunfardo y letrista argentino de tangos. Durazno a cuarenta el ciento tiene música de José Razzano, Pepe El Oriental, socio artístico de Carlos Gardel, quien grabó este y otros veinte temas de Flores, entre los que sobresalen Margot, Mano a mano, El bulín de la calle Ayacucho, Malevito, Corrientes y Esmeralda, Viejo smoking, Mala entraña.

Mocosita (Víctor Soliño, 1926)
Vencido, con el alma amargada,
sin esperanzas, saciado de la vida,
solloza en su bulín
el pobre payador,
sin hallar un consuelo a su dolor.
Colgada de un clavo, la guitarra...
en un rincón la tiene abandonada...
De sus amigos
ya no le importa nada...
Tirado en la catrera no hace más que llorar.
En alguna ocasión
sólo se escucha esta canción:
Mocosita,
no me dejés morir, volvé al cotorro,
que no puedo vivir.
¡Si supieras las veces que he soñado
que de nuevo te tenía a mi lado!
Mocosita,
no seas tan cruel, no me abandones...
Quiero verte otra vez...
Mocosita,
no me dejes, que me mata poco a poco tu desdén.
Dormía tranquilo el conventillo,
nada turbaba el silencio de la noche
cuando se oyó sonar
allá en la oscuridad
el disparo de una bala fatal.
Corrieron ansiosos los vecinos
que presentían el final de aquel drama
y se encontraron,
tirado en una cama,
en un charco de sangre, al pobre payador.
Pero, antes de morir,
alguien le oyó cantar así:
Mocosita,
no me dejés morir, volvé al cotorro,
que no puedo vivir.
¡Si supieras las veces que he soñado
que de nuevo te tenía a mi lado!
Mocosita,
no seas tan cruel, no me abandones...
Quiero verte otra vez...
Mocosita,
no me dejes, que me mata poco a poco tu desdén.”
Víctor Soliño (1897−1983), dramaturgo, poeta, letrista de tangos, nacido en Bayona, Galicia, nacionalizado uruguayo. Mocosita tiene música de Gerardo Matos Rodríguez, y una anécdota sin par, su autor no permitió que lo interpretara en público Carlos Gardel por un compromiso con la cantante Rosita Quiroga. “Carlos lo había grabado y me solicitaba la autorización pertinente para poner a la venta los discos, autorización que, supeditada a mi última palabra, había concedido ya Matos Rodríguez. Lamentablemente, con todo el pesar imaginable, le respondí que no era posible”, recordaba Soliño en su libro autobiográfico Mis tangos y los atenienses. Otros de sus temas notables son: Garufa, Mi noche triste, Mi vieja viola.

Un boliche (Tito Cabano, 1948)
Un boliche como tantos,
una mesa como hay muchas,
un borracho que serrucha
su sueño de copetín.
Hay un tira que se asoma,
una copa sin monedas,
un punga que se las toma
y una caña sin servir.
Una partida de tute
entre cuatro veteranos,
q'entre naipes y toscanos,
despilfarran su pensión.
Y acodado sobre el mármol
agarrado como un broche,
un curda que noche a noche
se manda su confesión.
El trompa tira la bronca
porque un pebete se cuela
y un cantor con su vigüela
pide permiso y entona.
Y así,
entre naipes, curda y canto
de esta escena cotidiana,
se oye la voz de una nena:
¡Papá, vamos que mamá te llama!...
Una esquina como hay tantas,
una barra como hay muchas,
un farol que nos escucha
en su nocturno cantar.
El chistar de la vecina,
la que no cuaja en el barrio
y un galán de tranco largo
que se raja de un zaguán.
La presencia del agente
desparramando el concierto,
ya la calle es un desierto
y el rey de bastos copó.
El envite de una copa,
que de apuro va a baraja,
mientras que frente a la caja
se afana el que te afanó.
El trompa tira la bronca,
porque un pebete se cola,
y un cantor caza la viola,
pide permiso y entona.
Y así,
entre naipes, curda y canto,
de esta escena cotidiana,
se oye la voz de una nena:
"¡Papá, vamos que mamá te llama...!”

Tito Cabano Bello (1918−1988), letrista y compositor de tangos, cantor, escenógrafo y actor uruguayo, nacido en Montevideo. Un boliche, su obra más difundida, tiene música de Carlos Acuña. Existen dos versiones del tema, la de Aníbal Troilo con Roberto Goyeneche (1958) y la de Ángel Vargas con su orquesta, dirigida por Luis Stazo (1959).

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